domingo, 16 de mayo de 2010

SOLO VENCIENDOTE VENCERAS

Experiencia de Superación.


Aproximadamente 6 horas pasaron hasta llegar a la región del verdor infinito. Al oriente Ecuatoriano. En el sector de La Shell está situada la Base Militar de los Iwias donde además de preparar a los soldados de guerra, también se forman a los jóvenes que acuden al llamado de acuartelamiento.

El ambiente cambia por completo y quien visita este territorio del país puede dar testimonio de que el oriente es una tierra llena de encanto, de naturaleza, de paisajes mágicos y atardeceres de fantasía. El cielo se cobija de colores vivos que juegan con la flora del lugar, las luciérnagas anuncian la noche y los sapos cantan sin cesar.

Indudablemente es un sitio que vale la pena visitar.

Un grupo de 81 estudiantes y 2 profesores de la Universidad de las Américas tuvieron el privilegio de llegar a esta base, donde se sometieron a un curso de supervivencia con régimen militar. Hombres y mujeres estaban llamados a cumplir el mismo cronograma de actividades; unos lo tomaron con emoción y fueron con ganas de descubrir una experiencia nueva, pero para otros era simplemente una obligación estar allí y su actitud era poco alentadora.

El primer día el grupo recibió el equipaje militar donde se encontraban todos los materiales necesarios para asumir el reto en la selva. Amacatoldo, cobija, poncho de agua, cobertor, entre otras cosas.

El segundo día fue toda una sorpresa, desde el amanecer ya se pudo apreciar la vida de un militar. Cuando todos dormían una voz gruesa y fuerte se paseaba por el campamento diciendo: “¡Levantarse! ¡Levantarse!”. Todos estaban adormitados aun, esa manera de despertar era más fastidiosa que un despertador mecánico, pero de a poco se iban disponiendo y alistándose, pues la selva estaba en espera del grupo. Era de ver los rostros de muchos; unos estaban ilusionados y aunque medio dormidos sonreían mientras se colocaban las botas de caucho, a otros se les desvanecía la expresión fruncida que marcaban sus rostros, el amanecer los sedujo con clima selvático y se iban contagiando de ganas para emprender la aventura y a los pocos restantes, no les tocaba mas que seguir las instrucciones.

Cuando todos estaban listos tomaron el equipo, subieron a la base y se dirigieron al rancho para servirse el desayuno. Arroz con arvejas, huevo frito, pero frió y un café caliente.

Al terminar volvieron al campamento y en seguida comenzó la caminata hacia el centro de la selva. La lluvia comenzó a caer y todo el camino estaba enlodado. Las mujeres tuvieron complicaciones en el trayecto, pero las caídas, los enredos en el lodo y todos los obstáculos permitieron que su carácter se deje motivar por el instinto de supervivencia y llegaron, incluso en mejores condiciones que algunos hombres.

Ahí en la selva visitaron 4 estaciones donde instructores nativos del lugar instruyeron al grupo en áreas como pesca, caza, fuego natural, medicina, alimentación y edificación de estructuras. Aquella gente que estaba desanimada de a poco fue cambiando su actitud y terminaron disfrutando de esta instrucción, en especial la de los recursos naturales que ofrece la selva que era dirigida por el Shaman, donde se tomaron unos tragos y hasta comieron gusanos.


Llegaba la noche y era ahí donde tocaba poner en práctica todo lo aprendido durante el día. Todos se dirigieron a un lugar estratégico de la selva donde se podía acampar y con machete en mano iban preparando sus árboles para amarrar ahí sus amacatoldos. Cuando todos terminaron ya estaba oscuro y después de recoger los alimentos asignados para esa noche, arroz, una sopa magi, atún y galletas, todos fueron a preparar su cena para servirse antes de dormir.

En seguida cayó un aguacero que duró toda la noche e impidió que la mayoría del grupo cumpla el objetivo propuesto, pues el interior de sus amacas se comenzó a llenar de agua y les obligo a salir a las cabañas que habían a unos cinco minutos del lugar donde se encontraban. Ahí se acomodaron casi 60 personas, pero vale reconocer el esfuerzo de los restantes. No importó el clima, ni las condiciones físicas. Su espíritu de valentía y su carácter fortalecido les permitió amanecer en el interior de las amacas y cumplir la misión. Este fue el caso de Vanesa Matute, una de las estudiantes de 6to semestre. “Desde que supe que íbamos a la selva y teníamos que valernos por nosotros mismos, supe también que lo lograría. Tenía que probar mis capacidades y vencer cualquier obstáculo. Fue una experiencia inolvidable, la disfruté a cada momento”

Así como Vanesa hubieron otras personas que se llevaron consigo el orgullo y la satisfacción de sentirse capaces y listos para enfrentar su profesión. Los otros llevan en su ser la decepción.

El tercer día terminaba la estadía en la base militar y después de recoger todo y entregar los equipos, regresaron hacia quito.

Aquel curso de supervivencia fue una prueba de vida. Muchos verán la recompensa reflejada en el porvenir profesional y otros lamentablemente se quedan con una sed que no podrán saciar, si no lo vuelven a intentar.

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