viernes, 14 de mayo de 2010

UN PADRE MUERTO Y UN HIJO QUE NO QUIERE VIVIR

Solo, en compañía del silencio, no deja de llorar entre las cuatro paredes de su humilde habitación.

Su padre y a la vez el sustento de su hogar, se marchó sin decirle adiós y de una manera trágica. La última imagen que tiene de su progenitor prefiere no recordarla; un cuerpo acuchillado, unos ojos que conservaron la expresión desesperada, una voz apagada que quizá lo único que pudo decir antes de dar el último respiro fue ¡auxilio!.

A Carlos Cando lo encontraron asesinado al norte de la capital junto a su pareja con la que convivía. Las autoridades de la policía judicial juzgan que el acontecimiento puede tratarse de algo pasional, pues familiares y amigos del difunto aseguran que no tenía enemigos ni había sufrido amenazas de muerte antes, por lo que las sospechas se dirigen hacia la relación sentimental que mantenía con Marta Quilumba, también asesinada.

Estas son los momentos que desde hace una semana vive Luis Cando, hijo de la víctima acribillada.

Jamás imaginó que una llamada anunciando la mala noticia le iba a cambiar la vida tan radicalmente. Le han dejado de importar sus obligaciones estudiantiles, su responsabilidad laboral y hasta su necesidad de alimentarse.

Sus familiares están desesperados porque a Luis se le apagaron las ilusiones y el mundo se le ha venido encima. Su tía María Aneloa busca ayuda en el gobierno de la parroquia, pero cuenta con lágrimas que su petición no ha sido escuchada y que Luis necesita de un apoyo, de un respaldo que lo anime a seguir adelante. Apenas tiene 18 años y el no quiere seguir viviendo. No tiene quien le lleve el pan al atardecer como lo hacía su padre, ya no hay quien le aconseje, ha perdido su mejor amigo, su confidente, el compañero de cacería, su jefe en las obras de construcción donde laboraban juntos, en fin…ha perdido lo que para él era su vida entera.

Hasta el momento se ha logrado que las autoridades del establecimiento educativo donde Luis cursa el segundo año de bachillerato le ayuden con la justificación de las asistencias y le exoneren de los pocos gastos que se requieren, ya que es una institución fiscal. Los vecinos están pendientes de llevarle algún platito de comida y cosas para su aseo personal. Los pocos familiares que lo rodean no pueden hacer más que acompañarle en llanto, ya que de igual manera, son gente que vive escasamente y sus recursos son limitados.

La petición de Luis es que las autoridades den con los “miserables”, como el mismo los catalogo, que acabaron con la vida de su padre.

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